Argentina celebra 40 años de democracia, en un contexto socioeconómico sumamente complejo. Contexto que lamentablemente suele ser recurrente.
En estos 40 años se han afrontado tres grandes crisis que llevaron a cambiar la denominación de la moneda reiteradas veces, en cada cambio a quitarle varios ceros y a la continua devaluación de nuestra moneda nacional. Nuestro país ha logrado recuperarse de estas crisis, y esa recuperación ha sido sobre la base de su biocapacidad, de su naturaleza y de sus recursos naturales. No obstante, a pesar de la capacidad de recuperación económica, nuestra naturaleza se degrada y perdemos esta capacidad de respuesta que nos ha permitido superar cada crisis.
Los procesos de desertificación patagónica avanzan, promovidos por el sobrepastoreo e incrementados por el cambio climático. La capacidad productiva de la principal zona agrícola en la región pampeana disminuye, porque tomamos de la tierra más de lo que reponemos. Nuestro mar es sometido a sobrepesca por falta de regulaciones y controles, mientras que los bosques nativos desaparecen a un ritmo de doscientas mil hectáreas por año (siendo tres cuartas partes de esa deforestación de carácter ilegal); los peces en nuestros ríos disminuyen de tamaño y abundancia, y presentan altos índices de contaminación química. La conversión de ambientes naturales, sin una adecuada planificación territorial, fragmenta y aísla especies vulnerables y amenazadas.
Durante años muchas organizaciones ambientalistas luchamos para demostrar la compatibilidad entre la producción y la conservación. Pero al hacer un balance nos encontramos con que, más allá de ejemplos puntuales y dignos de reconocer, la degradación ambiental ha avanzado, el nivel de producción ha aumentado y el país y la sociedad se han empobrecido.
La Fundación Vida Silvestre Argentina trabajó durante años, junto a diversas organizaciones, para que nuestro país contase con un Ministerio de Ambiente que participara de la misma mesa con carteras como Producción, Industria, Agricultura Ganadería y Pesca, Energía, Transporte, Salud, Educación Desarrollo Social, y construyera una política de estado tendiente al desarrollo sustentable que articulara su implementación, bajo un claro liderazgo presidencial. A pesar de haberse logrado la estructura orgánica, nuestra sociedad también falló en lograr el objetivo para el cual fue concebida.
No es mi función analizar la multiplicidad de factores que pueden habernos llevado a estos fracasos recurrentes, pero sí proponer alternativas para que el nuevo modelo de desarrollo sea realmente sustentable, es decir que realmente sea desarrollo, no solo una transferencia de recursos asociada a pasivos ambientales y sociales.
Nuestra Constitución Nacional establece que los recursos naturales son de soberanía nacional, pero de jurisdicción provincial. El gobierno nacional tiene la obligación de definir los estándares mínimos sobre los que las provincias deben legislar y gestionar sus recursos, además la mayor jerarquía ambiental nacional es autoridad de aplicación de una multiplicidad de leyes nacionales y tratados internacionales.
La nueva administración nacional definió una fuerte reducción de la estructura ministerial y, por el vínculo con las provincias, no resulta ilógico que ambiente haya sido incluido en el Ministerio del Interior. Sí sorprende la agrupación de turismo, ambiente y deportes en una misma secretaría y la disminución del rango de ministerio a subsecretaría para los temas ambientales.
Del análisis del decreto presidencial de reasignación de funciones, se desprende que diversos temas ambientales serán incorporados transversalmente en diversas carteras. La Secretaría de Bioeconomía, la Secretaría de Energía y el Ministerio de Capital Humano, seguramente tendrán que destinar equipos propios a la temática ambiental y articular desde luego con la Subsecretaría de Ambiente.
Al asumir la nueva administración nacional, se asignó una representante de la Cancillería con gran experiencia y reconocimiento en las negociaciones climáticas, Marcia Levaggi, para asumir el liderazgo de la delegación argentina en los últimos días de la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos. Vida Silvestre pudo mantener una reunión bilateral, donde se nos indicó el compromiso de Argentina con la continuidad en el Acuerdo de París y los compromisos asociados, sin duda un paso importante para ir comprendiendo el sentido que la nueva administración nacional ha decidido imprimir a su gestión.
Con gran parte de nuestros compatriotas por debajo de la línea de la pobreza o de la indigencia, con un alto nivel de endeudamiento, con una enorme oferta de pesos y con escasas reservas en nuestro Banco Central, afrontamos un futuro cercano sumamente desafiante. No obstante, hoy más que nunca, debemos entender que el desarrollo a costa del ambiente y de las personas no es desarrollo.
Argentina puede y debe utilizar su capacidad y conocimiento para posicionarse en un mercado internacional cada vez más ávido de productos de origen sustentable, con baja huella de carbono y de impacto ambiental y social positivo. Más allá de las estructuras, necesitamos funcionarios que estén a la altura de tamaño desafío. La Fundación Vida Silvestre Argentina estará allí para acompañar los procesos que sean necesarios, y también para advertir los abordajes que considere equivocados para lograr el verdadero desarrollo de nuestro país.
Manuel Jaramillo es el director general de Fundación Vida Silvestre, organización ecologista que representa al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Argentina. Artículo publicado originalmente en Diálogo Chino.