De aves a aviones: México reemplaza parque por aeropuerto

El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México se construye donde se proyectó uno de los mayores parques urbanos del mundo.

El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México se construye donde se proyectó uno de los mayores parques urbanos del mundo

Sería 43 veces mayor que el Central Park de Nueva York. Recuperaría parte del gran lago que una vez cubrió la Ciudad de México. Mejoraría a través de una red de humedales el ecosistema del que dependen decenas de miles de aves. Dotaría de áreas verdes, recreativas y deportivas a una de las zonas más marginadas de la megalópolis.

Pero el ambicioso proyecto del Parque Ecológico Lago de Texcoco, promovido en 2009 por la Comisión Nacional del Agua, se quedó en letras impresas sobre papel.

La realidad que se impone hoy sobre ese terreno es la de 6.000 camiones entrando y saliendo diariamente con roca extraída de los cerros aledaños, la de 500.000 metros cúbicos de concreto vertiéndose sobre la tierra para dar vida a la mayor obra de infraestructura de la historia reciente del país: el Nuevo Aeropuerto Internacional de México.

El presidente Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tomó esa megaobra de 13.300 millones de dólares como el símbolo del desarrollo económico alentado por su administración y encontró en el terreno federal del Lago de Texcoco el lugar ideal para ejecutarla.

Ahora la contienda electoral en México ha abierto una acalorada discusión sobre la obra después de que el máximo favorito en los sondeos, Andrés Manuel López Obrador, declarase que si se hace con la presidencia paralizará la construcción debido a su elevado costo y a la falta de transparencia en el proceso de licitación.

Sin embargo, lo que pone en alerta a los científicos es el impacto ambiental del proyecto, dado que ese territorio era crucial para la regulación hidrológica del Valle de México, para la conservación de 250 especies de aves y para frenar la expansión de la ciudad, una de las más pobladas del mundo con 22 millones de habitantes.

La crisis del agua

“Hemos heredado una guerra contra el agua desde los españoles y el aeropuerto es justamente repetir esos mismos errores. El proyecto de recuperar la vocación lacustre de la ciudad (con el Parque Ecológico) era darle la vuelta por completo a 400 años de errores”, dice Fernando Córdova Tapia, doctor en ecología por la UNAM.

Fue precisamente en un islote del Lago de Texcoco donde los aztecas fundaron Tenochtitlán, hoy la Ciudad de México. Aquella civilización convivía con los grandes lagos que cubrían la cuenca del Valle de México a través de cultivos en jardines flotantes llamados chinampas.

Pero los conquistadores españoles fueron secando los lagos para expandir la urbe, por lo que el agua de lluvia que antes alimentaba esos cuerpos de agua y se infiltraba a los mantos acuíferos inunda hoy en día parte de la ciudad. Mientras tanto, se sigue extrayendo agua para abastecer a la población, por lo que la ciudad se hunde lentamente.

La construcción del aeropuerto en el antiguo Lago de Texcoco “es básicamente el último clavo de nuestro ataúd en términos de agua en la ciudad”, advierte Córdova Tapia, también especialista en impacto ambiental de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

La importancia de ese territorio para la seguridad hídrica de la ciudad es tal que en 1971 un decreto presidencial estableció un área de 14.500 hectáreas para la Zona Federal del Lago de Texcoco con el objetivo de preservar su función de vaso regulador. De hecho, la Comisión Nacional para la Biodiversidad la define como una “región hidrológica prioritaria”.

Pero hoy las obras del aeropuerto están drenando aquellos terrenos y cubriéndolos de concreto para edificar la terminal del reconocido arquitecto Norman Foster, la torre de control y tres pistas de despegue y aterrizaje. El proyecto plantea construir otra terminal en una segunda etapa, otras tres pistas y la llamada “aerotrópolis”, un complejo comercial y hotelero.

Detrás del proyecto se encuentra el hombre más rico de México, el magnate Carlos Slim, involucrado tanto en la financiación como la construcción del proyecto.

“El Estado está apoyando fervientemente a las empresas privadas en lugar del bienestar de la población. ¿Qué pasa con esta ciudad? ¿Con el inmenso problema que tenemos de agua?”, se pregunta Helena Cotler, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y experta en manejo de cuencas.

“La realidad es que si el agua no tiene por dónde infiltrarse, la ciudad se va a inundar”, dice Cotler. “Nos están hipotecando a perpetuidad. Socialmente y ambientalmente”.

¿A dónde irán las aves?

Una parte crucial del plan de rescate hidrológico de la Zona Federal del Lago de Texcoco fue crear en 1982 el lago Nabor Carrillo, con una superficie de 1.000 hectáreas y una capacidad de almacenamiento de 30 millones de metros cúbicos de agua.

“Fue uno de los éxitos más importantes a nivel mundial de restauración ecológica porque una vez se creó empezaron a llegar muchísimas aves, más o menos 250 especies registradas en esa zona, y además es el principal foco de atracción de aves migratorias de todo el centro del país”, dice Córdova Tapia.

El lago replicó las condiciones ancestrales de lo que había sido el gran Lago de Texcoco, generando un microclima favorable para la anidación de aves. Entre ellas se encuentran tres especies registradas en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), dos en categoría de casi amenazadas y una vulnerable.

Además, esa zona está catalogada como un írea de Importancia para la Conservación de las Aves debido a su relevancia como lugar de paso para aves migratorias en su ruta norte-sur.

Sin embargo, el nuevo aeropuerto es incompatible con esas aves. La cercanía de las pistas en construcción a un cuerpo de agua que atrae aves migratorias, con vuelos altos y de gran tamaño, ha llevado al fin del Nabor Carrillo: en lugar de un lago permanente será una laguna reguladora, por lo que estará seca la mayor parte del año para poder llenarse en temporada de lluvias.

Córdova Tapia alerta que el centro del país no cuenta con otro cuerpo de agua que pueda albergar esas poblaciones de aves migratorias, por lo que si no encuentran un lugar de refugio donde descansar, terminarán muriendo.

“Acabar con el lago Nabor Carrillo es un ecocidio”, lamenta José Luis Luege Tamargo, director de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) entre 2006 y 2012 e impulsor en su momento del plan del Parque Ecológico. “No lo justifica ni siquiera la construcción de un nuevo aeropuerto”.

Los promotores del aeropuerto han planteado compensar el impacto ambiental de la obra mediante la reforestación de 500 hectáreas con el Tamarix o pino salado, una de las únicas especies que pueden crecer en la zona debido a la elevada salinidad del terreno.

El problema, alerta Córdova Tapia, es que ese árbol originario de Australia es una especie exótica invasora y está catalogada por la Comisión de íreas Naturales Protegidas (ANP) “como una de las peores amenazas a la biodiversidad nacional”.

“Es una especie contra la que combatimos en el país por sacarla de las ANP y esa es la gran idea que tienen para reforestar y compensar”, dice el experto. “Es un sinsentido porque quieres reforestar un lago. El error es tratar de convertir un ecosistema en algo que no es”.

El parque que no fue

Años de crisis económica en México y de abandono del plan para recuperar el ex vaso del Lago de Texcoco hicieron que la zona federal se fuera deteriorando con el paso del tiempo.

Por ello, Luege Tamargo dice que se propuso revitalizarla cuando llegó a la CONAGUA en 2006. Registró ante Hacienda el plan del Parque Ecológico Lago de Texcoco y solicitó a Iñaki Echeverría que realizase el proyecto arquitectónico.

Tras seis meses de investigación por parte de un grupo de arquitectos, urbanistas, paisajistas y científicos, Echeverría presentó el diseño para crear un parque ecológico de más de 14.000 hectáreas. “Se convertirá en un símbolo tangible de cómo nuestra sociedad puede incorporarse en procesos naturales y contribuir al correcto funcionamiento del paisaje”, decía el proyecto.

La propuesta incluía lagos recreativos, lagunas de regulación y un lago artificial salino en el lecho del antiguo Lago de Texcoco. Un complejo de humedales para alimentar agroecosistemas y jardines comunitarios. Extensas áreas de pastizales y bosques. Un santuario de aves. Canchas de fútbol y pistas de canotaje. Hasta zonas de producción de energías limpias.

“Si hablas con cualquiera que sepa de manejo de agua en la ciudad te va a decir que ese proyecto ya era lo que necesitábamos y además ya estábamos caminando hacia allá. Ya era muy viable, no era un sueño muy utópico”, valora Córdova Tapia.

Sin embargo, el plan se estrelló de frente con una realidad política y económica que lo volvería inviable. “Hubo muchos problemas de carácter presupuestal porque los proyectos ecológicos siempre van a la cola”, explica Luege Tamargo. Además, asegura que paralelamente la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ya presionaba al entonces presidente Felipe Calderón para construir el nuevo aeropuerto en esos terrenos.

Algunos simplemente jamás creyeron en el proyecto del Parque Ecológico. América del Valle, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, califica aquel plan como “un disfraz ecológico” que en realidad buscaba “el despojo de nuestras tierras” para la construcción del nuevo aeropuerto.

Y es que desde el año 2010, la CONAGUA estuvo comprando terrenos de pequeños propietarios, asegurando que serían destinados al parque. En total se hicieron con 1.700 hectáreas que según Luege Tamargo pertenecían a los planos originales de la zona federal (en 1982 se redujo por decreto de 14.500 a 11.600 hectáreas) pero a juicio de América del Valle siempre pertenecieron a los pobladores.

“Yo me siento traicionado y frustrado. Tengo que reconocerlo. Pero mi frustración la voy a canalizar a la lucha ambiental”, asegura Luege Tamargo.

El aeropuerto de la discordia

No es la primera vez que el plan de un nuevo aeropuerto genera una lucha intestina en la Ciudad de México. El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra nació en 2001 precisamente como un movimiento de rechazo al plan del aeródromo propuesto por el entonces presidente Vicente Fox, que implicaba la expropiación de más de 5.000 hectáreas. Su lucha consiguió parar el proyecto.

Con esos antecedentes, Peña Nieto decidió evitar el problema de la expropiación y se decantó por la zona federal del Lago de Texcoco. Lo anunció a bombo y platillo en 2014: serían 4.400 hectáreas y más de 200 empresas internacionales involucradas para levantar el segundo mayor aeropuerto en construcción del mundo.

Algo que pocos discuten es la urgente necesidad de aumentar la capacidad aérea de la capital del país, cuyo aeropuerto internacional Benito Juárez lleva años operando al límite de su capacidad. Por ello, las declaraciones de López Obrador en contra del proyecto y su propuesta de reubicarlo cayeron como un balde de agua fría en el sector aéreo.

“Una posible cancelación del proyecto va más allá de truncar una obra: es impedirle a los trabajadores acceso a un empleo bien pagado”, dijo en un comunicado el Frente por la Defensa de la Aviación Nacional, conformado por trabajadores y expertos en diferentes materias relacionadas con la aviación.

La oposición al proyecto por parte del posible futuro presidente de México llevó al propio Carlos Slim a dar una inusual conferencia de prensa en la que calificó el proyecto como “un gran detonador económico” sólo comparable al Canal de Panamá.

El equipo de López Obrador ha declarado que la obra es “incosteable”y prometió paralizarla, pero abrió la puerta a que continúe si se hace únicamente con capital privado. “Que (Slim) lo haga con su dinero, si lo hace así se le puede dar la concesión”, dijo el candidato presidencial.

Pero la comunidad científica lamenta que se pierda esta oportunidad para incluir el tema ambiental en el debate.

“Un foco rojo que yo veo es que la discusión se vaya a una cuestión de transparencia, de dinero, sin tomar en cuenta lo que para mí es mucho más importante, que es la recuperación del lago”, replica Córdova Tapia.

Incluso si se llega a cancelar la obra y se reubica en otra zona, el científico alerta que lo más importante es conseguir la protección de ese territorio para que no acabe urbanizándose. Por ello, aboga por que se decrete como un írea Natural Protegida.

Así, a lo mejor un día el proyecto del Parque Ecológico dejara de ser nada más que tinta sobre papel y convertirse en una realidad.

Fotos: Flickr Presidencia México CC BY 2.0

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