Las aldeas ecológicas proponen la vida en comunidad sin dañar el medio ambiente. Huertas orgánicas, energía solar y casas bioclimáticas son algunos de sus componentes.
Vivir en una gran ciudad puede volver complicada la tarea de no contaminar el medio ambiente. La polución del transporte público y del auto, el desmedido consumo de electricidad y el tratamiento incorrecto de los residuos provoca grandes daños al planeta. Ante ello, se multiplican las ecoaldeas, grupos de personas que deciden alejarse de la ciudad para vivir en armonía con la naturaleza.
El concepto apareció por primera vez en la década del sesenta cuando se crearon las primeras comunidades y se desarrolló el concepto de permacultura. La idea es combinar la sustentabilidad económica con un profundo respeto por la naturaleza. Según sus impulsores, es un modo de vida que puede ser adoptado por todos sin causar problemas a la naturaleza ni a las personas.
“La idea es tener una casa autosustentable  que no genere emisiones a partir de la luz, el gas y el agua. Luego se plantea la existencia de una huerta y una granja en cada casa para que las personas tengan todo lo que necesitan sin necesidad de consumir en otro lado. Por último, que haya emprendimientos agrícolas que produzcan un con mínimo impacto al medio ambienteâ€, describe Antonio Urdiales Cano, especialista en permacultura.
Una de las ecoaldeas más antiguas de Argentina es la Eco Villa Gaia, presente desde 1991. En Navarro, a 110 kilómetros de Buenos Aires, Silvia Balado y Gustavo Ramírez restauraron un conjunto de construcciones abandonadas de una fábrica láctea y crearon sus propias casas hechas principalmente de tierra. Hoy viven allí diez personas de entre 8 y 83 años que comparten un profundo respeto por la ecología
“Cuando empezamos con el proyecto éramos jóvenes en búsqueda de otro tipo de sociedad y de una relación diferente entre el hombre y la naturaleza. Queríamos llevar a la práctica un modo de vida diferente, aunque sea en un espacio pequeño como el nuestroâ€, reflexiona Ramírez.
Todas las casas son bioclimáticas de modo que aprovechan el calor para calefaccionarse en invierno y a la vez mantienen temperaturas agradables en verano. El predio no está conectado a la red de energía eléctrica ya que la desarrollan ellos mismos mediante energía solar y eólica.
La ecoaldea cuenta con numerosas huertas orgánicas intercaladas con bosques de árboles frutales o para maderas nobles y leña. Para obtener agua cuentan con su propio pozo de 50 metros de profundidad y con eso es más que suficiente ya que gracias a las frecuentes lluvias la necesidad de riego artificial de los cultivos es baja.
“Estamos abiertos a recibir familias con niños, parejas o adultos independientes dispuestos a sumarse y a responsabilizarse con el proyecto. Ofrecemos visitas guiadas los sábados y domingos para los interesados en conocer el lugar. Además, contamos con programas educativos y de entrenamiento de diversos tipos de duraciónâ€, agrega Ramírez.
Meditación y ecología
En General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, Thakur Das dirige el proyecto de Eco Yoga Park, una ecoaldea donde viven 18 personas hace 16 años y se difunden los principios de la vida sustentable, el yoga y el vegetarianismo. Incluso poseen su propio restaurante orgánico, vegetariano y vegano.
“Toda la comida la producimos acá y el 90% de lo que se consume en el parque es orgánico. Somos casi autosuficientes. Tenemos capacidad para 55 personas y todas las construcciones están hechas con materiales ecológicos como maderas recicladas y adobe. Usamos para cocinar maderas recicladas que se consiguen en la zona y tenemos hornos y estufas bajo consumoâ€, describe Thakur.
La actividad en la aldea comienza puntualmente a las cinco de la mañana de modo de aprovechar la luz del día y así gastar menos energía eléctrica. Tanto los residentes permanentes como los visitantes asisten a clases de meditación y a diversos talleres sobre cultivos orgánicos, eco construcciones y cocina vegana. A las diez de la noche ya todos se acuestan para empezar bien temprano y con energía el nuevo día.
“Entre 30 personas gastamos prácticamente la misma cantidad de electricidad, gas y combustible que una familia tipo. Casi no usamos medios de transporte y entonces se ahorra en consumo de nafta. Ahorramos mucho agua ya que los desechos líquidos los volvemos a usar como fertilizantesâ€, concluye Thakur.