Expertos biólogos e investigadores advierten sobre la vulnerabilidad que presentan los estados insulares frente al cambio climático, riesgo que es mucho más acentuado que en otros territorios continentales. Por ende, la biodiversidad insular corre un riesgo más elevado, cuyos efectos ya son notorios y “preocupantes”, como se observa en la Isla de Margarita, asentada en el Mar Caribe venezolano. La campaña “Yo Cambio” nació para educar y coadyuvar en la mitigación de estos efectos climáticos.
La huella que deja el incremento de las temperaturas en mares y océanos es ya una realidad palpable. Tal es el caso de Nueva Esparta, en Venezuela, donde las poblaciones de cetáceos, tortugas marinas y corales están siendo afectadas en niveles que ya causan preocupación en los investigadores.
El descenso en la producción de fitoplancton y todo el sistema de nutrientes de la cadena trófica, producto del aumento de las temperaturas, han terminado por alterar todo el ecosistema de las especies marinas. En consecuencia, las migraciones y desplazamientos de los cetáceos más comunes que residen en la cuenca oriental venezolana, entre ellas la ballena sardinera y el delfín hocico largo, prácticamente han terminado por desaparecerlas de los indicadores de avistamientos en la Isla.
Luis Bermúdez, biólogo con más 20 años de experiencia en la investigación de cetáceos y actual director regional para el Ecosocialismo y Aguas (Minea), explica que las estadísticas de avistamiento y varamientos de los cetáceos son cada vez más esporádicos en la región nororiental.
[su_note note_color=”#99CC00″ text_color=”#000000″ radius=”20″]El aumento de las temperaturas ha terminado por alterar todo el ecosistema de las especies marinas.[/su_note]
Precisa que desde el 2008, casi un 70% de los varamientos naturales de las especies marinas han disminuido. Las cifras advierten que de 30 a 40 varamientos de ballenas por año, descendió a 12, en promedio. Este indicador explica los movimientos migratorios de las especies, en la búsqueda de sus nutrientes, desplazándose hacia las costas de Brasil y el Caribe norte, en el caso de las ballenas. En el caso de los delfines, los investigadores no tienen certeza de hacia dónde se han desplazado.
Las tortugas marinas tampoco escapan de esta realidad. Las especies Cardón, Carey, Caguama y la Verde, son las que comúnmente desovan en la isla de Margarita, en sus emblemáticas playas turísticas El Agua y Parguito. Se alimentan de medusas, las cuales también han migrado hacia aguas más frías (o menos calientes) del Caribe. Para esta especie, en el 2009 se contabilizan un promedio de 118 nidos en cada temporada de desove en Parguito. En el 2015, tan sólo llegaron a 45 nidos. Estos nidos, con apoyo de la comunidad, son resguardados por los grupos de rescate ambiental asentados en la zona.
“En la Isla, como en el mundo, el ecosistema marino está cambiando y estas migraciones de la fauna y afectaciones de su ciclo reproductivo son producto de ello. Nuestras investigaciones e indagaciones no nos ofrecen datos concluyentes, pero podemos inferir que el cambio climático tiene una alta incidencia en todos estos fenómenos que hoy observamos”, aclaró Bermúdez.
Estados insulares, los más vulnerables
La bióloga María Alejandra Faria, investigadora y miembro de la organización canadiense “World Fisheries Trust”, asegura que en los pequeños estados insulares en desarrollo, conocidos internacionalmente como SIDS por sus siglas en inglés (Small Island Developing State), el problema del cambio climático es inminente y forma parte del día a día y no de reportes con predicciones y escenarios como lo manejan los países desarrollados o aquellos que creen no tener ninguna vulnerabilidad.
“Los estados insulares, como la Isla de Margarita, tienen ya problemas ambientales que se unen a estos efectos del cambio climático y crean un riesgo mucho más elevado que en otros territorios. Por ello, es importante actuar estratégicamente y proponer acciones de adaptación al cambio climático mientras se atacan los problemas ambientales que venimos arrastrando desde hace ya varias décadas”, advierte Faría.
Destaca que entre efectos del cambio climático que las regiones insulares enfrentan, se encuentran: acidificación de los océanos por las altas concentraciones de dióxido de carbono; fenómenos meteorológicos más intensos, como huracanes y tormentas; incremento del nivel del mar, erosión costera e intrusión salina; cambios en los regímenes de lluvias y sequías; y el incremento de las temperaturas, entre otros.
[su_note note_color=”#99CC00″ text_color=”#000000″ radius=”20″]”Para preservar las especies animales y vegetales que viven en la Isla es vital y necesario educar a la población para el cambio climático”.[/su_note]
Con estos cambios, explica la bióloga, los rangos y temporalidad de abundancia de peces y plancton cambian, los afloramientos de alga se incrementan, las reproducciones de algunas especies se ven afectadas, la relación de hembras y machos de algunas especies marinas se modifica, entre ellas: las tortugas marinas.
“Como sabemos, los más aptos a adaptarse serán los que prevalecerán en esta lucha. Para preservar las especies animales y vegetales que viven en la Isla es vital y necesario educar a la población para el cambio climático”, enfatiza.
Migración de especies: el caso de la cotorra margariteña
Ver a la cotorra margariteña recorriendo las zonas pobladas de la región insular venezolana no suele ser algo habitual. La insigne ave regional del estado Nueva Esparta generalmente convive en zonas desérticas de la Isla. Sin embargo, durante el 2016 se han registrado numerosos avistamientos de la especie en las poblaciones de la Península de Macanao, entre ellas: Boca de Río, Guayacancito y El Manglillo. La razón: buscaban agua y qué comer.
Los biólogos lo explican de forma sencilla: las cotorras están adaptadas para bosques secos, más no para la sequía. El cambio climático y la consecuente alteración de todo el ecosistema de vida no sólo han generado su desplazamiento hacia localidades pobladas, también ha retrasado notoriamente su ciclo reproductivo.
[su_note note_color=”#99CC00″ text_color=”#000000″ radius=”20″]Se han contabilizado decenas de casos de cotorras margariteñas fuera de su hábitat.[/su_note]
“Desde el año 1972, Venezuela no vivía una sequía como la que sufrimos hoy. Por primera vez, en más de 30 años, la especie no ha comenzado su ciclo reproductivo para esta fecha. Ya debían haber construido nidos y prepararse para anidar sus huevos. Pero eso no ha ocurrido”, asegura José Manuel Briceño, biólogo y coordinador regional del Provita, asociación civil sin fines de lucro que promueve el Programa de Conservación de la Cotorra Margariteña.
Briceño precisa que han contabilizado decenas de casos de cotorras fuera de su hábitat. En algunos casos, halladas muertas contra parabrisas de vehículos; en otros (los mejores), siendo alimentadas por los habitantes de las comunidades. “Observamos que en algunos casos, las personas las han atendido y provisto de frutas para vivir. Hay cierta consciencia de que debemos protegerlas y eso es bueno”, añade.
Según las estadísticas de Provita y la Cooperativa Ecoguardianes, entre 1989 y 2006, la población de cotorras silvestres aumentó de 700 a 1800 aves. En los últimos 10 años, sin embargo, los niveles de reproducción se han estancado en 1600, en promedio. En cada ciclo, la cotorra coloca de 1 a 5 huevos.
“Inferimos que ante los cambios climáticos, la especie se encuentra en situación de supervivencia, y limita su reproducción si no tiene cómo alimentar a sus crías. No hay que ser apocalípticos con el tema, pero es dramático que no haya nidos para el mes de mayo. Estamos haciendo estudios para que estos registros queden formalmente como una investigación que arroje indicadores certeros”, explicó el biólogo.
Según el investigador, clima diagramas y estudios realizados advierten una relación proporcional entre las precipitaciones y el número de huevos durante el ciclo reproductivo de la cotorra. “Esta relación es verídica, por tanto, inferimos que la sequía podría estar alterando el inicio del ciclo, moviéndolo para el inicio de las lluvias”, señaló Briceño.
Yo cambio: una campaña para todos
Cada vez son más las personas conscientes de los “efectos” del cambio climático en el mundo. La tarea difusora, sin lugar a dudas, es clave en las estrategias de adaptación y mitigación sobre el tema, más aún cuando la supervivencia de especies como la cotorra margariteña, las tortugas marinas y el delfín hocico largo, están “en jaque” en esta dura cruzada contra los efectos climáticos.
Bajo esta premisa surgió la campaña educativa “Yo Cambio“, promovida por los profesionales de Provita, con el apoyo de la Embajada del Reino Unido en Venezuela, con el objetivo de crear conciencia y masificar el conocimiento sobre los procesos climáticos, los desafíos que proponen y las mejores soluciones para enfrentarlos.
El biólogo Carlos Peláez, doctorante en Ecología y promotor de la campaña, explica que la iniciativa nació para vencer los desafíos del cambio climático sin postergar las agendas de desarrollo. “Es importante que la población conozca el fenómeno, lo comprenda y desee solucionarlo. Esto facilitaría la generación de soluciones y su aplicabilidad en un país como Venezuela, que es altamente vulnerable”.
“Yo cambio” arrancó en el mes de febrero 2016, con ciclos de charlas y conferencias dictadas a miembros de ONG, fundaciones, funcionarios públicos y estudiantes de Servicio Comunitario en los estados Lara (Barquisimeto), Distrito Capital (Caracas) y Nueva Esparta (Isla de Margarita). En el caso de la entidad neoespartana, los talleres fueron dictados en Porlamar (dirigido a funcionarios y ONG), mientras que en Boca de Río, fue dictado para docentes de la Red de Maestros Ambientalistas de la Península de Macanao.
“Iniciamos en estas localidades, pero el taller puede dictarse en todo el territorio nacional. Consideramos necesario comenzar la formación por las ONG, fundaciones y funcionarios, para que sean multiplicadores de la información. También, con Provita, queremos consolidar la formación de maestros ambientalistas, pero hace falta sensibilización y apoyo de las autoridades para proveerles de todas las herramientas necesarias”, subrayó Peláez.
Finalmente, Peláez invitó a las instituciones gubernamentales y no gubernamentales a hacer una sinergia para la multiplicación de esta iniciativa de formación en cambio climático, en aras de preparar a las nuevas generaciones en temas neurálgicos como es la adaptación y mitigación de los efectos climáticos, que hoy ya se visualizan en el exterior de nuestras ventanas. Para contactarlos, escribir a provita@provitaonline.org.
Notas:
La foto de la tortuga cardón que ilustra este artículo en la portada de Claves21.com.ar pertenece al U.S. Fish and Wildlife Service Southeast Region y se utiliza bajo una licencia Creative Commons BY 2.0.
El presente artículo fue realizado en el marco del Curso sobre Cambio Climático para Periodistas organizado por Claves21.com.ar con el apoyo de Earth Journalism Network. Se trata de una de las historias destacadas de dicho programa de capacitación online.