Se estima que para 2030, el 80% de la población boliviana vivirá en ciudades como Santa Cruz de la Sierra, “por lo que el desafío es tener espacios amigables, no solo para las bicicletas, sino para los vecinos”, dice Lilian Apaza, especialista socioambiental en cambio climático y áreas protegidas.
Pensando en una solución posible, en 2020 Apaza lideró un proyecto piloto llamado “Tiluchi Ciclista: conectando gente y biodiversidad”, como parte del Diploma de Especialización en Liderazgo, Cambio Climático y Ciudades.
Para ello planteó la construcción colectiva, entre la municipalidad y los vecinos, de una ciclovía piloto en un corredor ecológico. La idea era que el tramo tuviera vegetación para reducir las “islas de calor” en una urbe donde la temperatura promedio supera los 30 grados en gran parte del año; pero también espacios para descansar o compartir una charla.
El tramo elegido estaba entre el Parque Urbano central y el Jardín Botánico, alrededor de 25 kilómetros, al este de esta ciudad distribuida por anillos. Allí precisamente se llevó adelante una arborización, en un tramo corto, en la que, para sorpresa de muchos, los más entusiastas eran adultos mayores. Ellos se sumaron al compromiso de cuidar los plantines hasta que sus ramas acojan fauna urbana como murciélagos o aves, pero también den frutos como el achachairú, de sabor agridulce, muy apetecido en el verano.
“Pensamos en una ruta agradable, tres sitios con características de áreas protegidas, porque todavía conservan árboles: el Parque Urbano, la laguna Guapilo y el Jardín Botánico como punto final”, asegura Lilian. Tras desarrollar reuniones y talleres de concienciación, los vecinos del barrio Convifag se sumaron a la iniciativa.
La segunda parte del proyecto era consolidar la parte social, que aquello sea un punto de encuentro, no solo entre los residentes sino entre los ocasionales transeúntes. La tercera, el espacio ideal para el ciclista urbano o aquel que solo sale a pedalear por deporte. Finalmente, la cuarta y —quizá— más importante parte: el impacto sobre el cambio climático. “Un corredor que funcione en el tiempo, que aporte a que los gases de efecto invernadero bajen y estos se absorban, a su vez, por los árboles. Generamos un espacio integral, esa es la visión de Tiluchi”, detalla Apaza.
Retomar con más apoyo
Aunque todo lo previsto en el proyecto se consiguió, porque se integró a los vecinos en las actividades y se arborizó un tramo con plantines que mostraron una tasa de sobrevivencia del 80% hasta el año pasado, el cambio de autoridades municipales en 2021 postergó muchos anhelos.
Hoy, a tres años de aquella hazaña lograda en plena pandemia por Covid-19, la impulsora asegura que no se ha perdido la dinámica. Tanto el municipio como la Gobernación del departamento informaron a Apaza que “hay proyectos vinculados a áreas verdes y corredores ecológicos a nivel metropolitano”. Asimismo, un grupo de empresarios privados mostró interés en apoyar una iniciativa de arborización en otra zona.
“La idea es que en noviembre del próximo año podamos hacer la primera arborización con el contenido Tiluchi en otra área. Tenemos varios corredores, pero me gustaría potenciar el corredor este, hacia el Jardín Botánico. Queremos complementar eso y tener un primer piloto de rotonda para que el Gobierno Municipal se anime y lo haga en toda la ciudad”, dice Lilian.
La rotonda con espacio de unión y lucha
Santa Cruz de la Sierra es una ciudad distribuida por anillos, siendo el centro, el primero, y el noveno, el más lejano. Por ello, cada gran avenida es como la radial de una bicicleta (de hecho, algunas llevan el denominativo de Radial 19 o 26), y otras, aún más amplias, forman círculos. En cada inicio de avenida hay rotondas, como se conoce a los espacios donde confluyen vehículos desde distintos puntos.
En noviembre de 2019, estos sitios se convirtieron en lugares de reunión de vecinos, que promovieron un paro de actividades tras una denuncia de fraude en las elecciones presidenciales del mismo año. De ahí la iniciativa social de Apaza de hacer intervenciones para promover corredores ecológicos donde, por ejemplo, haya bicicletas estáticas que generen energía.
La pandemia de 2020 y otra medida de presión que duró más de 30 días en octubre de 2022 —asegura— reforzaron el ideario social de que una rotonda es un sitio de reunión para librar diferentes batallas. Pero aquellas medidas de corte político-social impulsaron el uso de la bicicleta como medio de transporte; lo cual no fue aprovechado por autoridades municipales para desahogar el de por sí caótico tráfico de la urbe más grande de Bolivia.
“Durante la pandemia —dice Gina Muñoz, activista de la bicicleta desde hace más de 20 años— insistí a la Alcaldía para hacer ciclovías emergentes, como estaba sucediendo en todo el mundo”. Aquello no fue posible, aunque sí se construyeron espacios para ciclistas, que están en medio de grandes avenidas, que no se conectan entre sí; y en mercados populares, lugares que ahora ocupan vendedores ambulantes o conductores que parquean ahí sus vehículos.
Con todo, tanto Gina Muñoz como Lilian Apaza coinciden en que en el ciudadano está gran parte del empoderamiento para ganar espacios. “Si la gente se impusiera y filmara cuando alguien se estaciona en el lugar establecido como ciclovía, esos conductores dejarían de hacerlo”, reflexiona Apaza. Es algo que ciclistas urbanos como Mayra vienen haciendo en silencio desde hace algunos años, pero que en un tiempo no muy lejano —esperan— deje de ser una hazaña para convertirse en parte de su normalidad.
Este artículo fue elaborado con el apoyo de Voces Climáticas, una iniciativa del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, LatinClima, el Centro Científico Tropical (CCT), Claves 21, la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN) y Fundación Futuro Latinoamericano (FFLA).